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La escritura es un estado

Elma S. Vega

Categoría

Opinión

Elmita teme las noticias falsas

Estoy un poco harta de que cada día celebremos el “Día de algo” de ahí que sean pocos sobre los que escribo una publicación. Lo único que se consigue con tantas es que las cosas que merecen celebrarse pasen desapercibidas. 

Así ocurrió, sin ir más lejos ayer, día en el que se celebraban el Día de la Filosofía y el del Inodoro.  A la primera —al menos en los medios de comunicación que me acompañan a diario, radio y prensa escrita— solo la nombraron una vez, y en relación con el inodoro. Un lugar en el que, no cabe duda, los más filosofamos, aunque muchos desconozcan que lo hacen. Prueba inequívoca de la falta de consciencia de este país en una ciencia tan imprescindible para el desarrollo personal y de una sociedad. 

Sin embargo, hay un día que, de poder, si me gusta dejar aquí constancia: “El Día Mundial de la Infancia”. Y este año voy a hacerlo con la publicación de una de mis viñetas protagonizada por el personaje de Elmita, la nena que el ilustrador Gustavo Mazali y yo creamos llenos de entusiasmo y que a estas alturas todavía permanece inédita. 

Deseo os saque una dulce sonrisa y os unáis a esta celebración con la conciencia de que los niños y las niñas lo están pasando mal. Hay muchos que se mueren de hambre; por desgracia no hay que salir de España para comprobarlo. Los hay que sufren abandonos y malos tratos, vejaciones, desprecios, etc. Los que hoy forman la infancia serán la sociedad del mañana. Hagamos por ellos sumando esfuerzos. Sumemos, por favor, en pro de su beneficio, no del nuestro. 

Viñeta de la Serie de humor Elmita, texto de  Elma S. Vega e ilustración de Gustavo Mazali

Medida gubernamental

—¿Qué opinas del acercamiento de presos?
—Más económico que el acercamiento de los familiares a los presos.

Ilustración: Pascal Campion

Esta cuentera hoy está en huelga

Ilustración: spotlight.pics

 

Lengua materna

Hay combinaciones de palabras que oímos a menudo sin escucharlas, sin pararnos a pensar el profundo significado de las mismas. «Lengua materna» es una de ellas. Para unos es el medio más auténtico para expresar sus sentimientos y comunicarse con la familia o comunidad. Entendiendo por esta última al conjunto de vecinos y no a una entidad territorial, aunque también.

Pero quiero huir, precisamente, de ese contexto que nos lleva, sin remedio, a la otra interpretación que se hace de la expresión «lengua materna»: peligro a combatir. La mala política, o más concretamente, los políticos malos, fabrican peligros sin cesar. Cuantos más peligros fantasmas intuyamos los ciudadanos, mejor. Campo despejado para seguir ejerciendo alegremente su política adversa a nosotros.

A estas alturas, habrá quien haya abandonado este texto creyéndolo una exaltación del nacionalismo. Nada más lejos de mi intención sin embargo. Es una exaltación de todas las lenguas propias, la de cada uno de nosotros. De la lengua que heredamos. De las primeras palabras que oímos en casa, a nuestra madre. Palabras que nos acompañan en los primeros años de vida, cuando nuestro territorio es habitado por los que nos aman, solo por ellos. Ese entorno de abrigo en el que aprendemos a amar lo propio.

Heredamos los rasgos, heredamos los gestos, heredamos las costumbres. Heredamos la lengua. La lengua que narra nuestra historia familiar y a la que podemos sumar muchas más. Pues cuantas más conozcamos a más gente comprenderemos. No en vano, conocer facilita entender.

De modo que convendría conocer un poco mejor nuestra lengua materna y su origen para opinar convenientemente sobre ella. No reivindico una postura política, reivindico respeto hacia una lengua, en mi caso el asturianu, a la que se le niega incluso la existencia. Hoy, Día Internacional De la Lengua Materna, es el día más indicado para recapacitar sobre este hecho.

Las lenguas surgieron para unir, no para separar. Materno es aquello propio, de la madre, de nuestros afectos. ¿Por qué enemistarnos, entonces, con nuestra propia lengua? Sinceramente, solo desde el desconocimiento y el desamor entiendo el motivo.

Ilustración: Claudia Tremblay

El crepúsculo de la tierra

Los que me conocéis, sabéis que entre mis pasiones se encuentra la lectura. Debido a ello, procuro evitar releer y escoger meticulosamente, dentro de lo que puedo (me abastezco del grueso de mis lecturas en la Red de Bibliotecas Públicas del Principado de Asturias), lo que leo. En cambio, hay unas pocas obras que releo cada equis años, algunas todos. Entre las primeras, se encuentra La Biblia; en mi opinión, una de las mejores obras literarias existentes. Releerla, sumado a la costumbre que tengo de anotar los pasajes que encuentro de interés en mis lecturas, provocó que me aprendiera pasajes enteros y que me vengan a la memoria aplicados a un acontecimiento concreto. Hoy, debido al amanecer crepuscular que tuvimos en Asturies, me vino el siguiente:

«Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada».
Pedro 3, 10

Si los habitantes de esta tierra en la que estamos de paso —convirtámonos en energía, vayámonos al cielo o volvámonos nada— seguimos sin querer entender el daño que causamos al planeta y que es urgente tomar medidas, moriremos abrasados. Se cumplirá la profecía.

Imagen: Miki López

Que corran las buenas noticias

Hace justo una semana todos nos sobrecogíamos por los atentados en Cataluña. Fue estremecedor, lo sentí dentro. Mi cabeza, a su acostumbrada velocidad vertiginosa, creó una imagen: Mi hermana, mi perra Toya —soy incapaz de verme en sitio alguno sin ella— y yo paseábamos por Las Ramblas entre los puestos de flores y demás tenderetes. De repente, un ruido ensordecedor hizo que nos volviéramos, Toya la primera (lo hace con el zumbido de una mosca, siempre teme le venga algo o alguien por detrás). El vehículo nos vino encima. No vi más. Sentí el horror de ser víctima.
Hoy, siete días después, en cambio, escuché en la radio una noticia que me alegra sobremanera: En Asturies ya no se construirá una incineradora para quemar los residuos que los humanos generamos. Soy consciente de que ambos sucesos no son comparables, pero a mí me parece un gran avance dicha decisión. Además, mejor todavía, no sólo no quemaremos basura, sino que la convertiremos en combustible.
Esta modesta importante nueva es, en mi opinión, una muestra del tipo de noticias con el que los medios de comunicación debían de bombardearnos y no despotricando, casi ininterrumpidamente durante siete días consecutivos, sobre los atentados de Barcelona y Cambrils, generando odio y miedo, malestar general.
Los humanos tenemos la facultad, como otras especies, de aprender por imitación. Si se habla más del bien que del mal, iremos a mejor; si, por el contrario, a todas horas se habla del mal, iremos a peor.
Que nadie me malinterprete. No pretendo que se ocultara la noticia y se la privara de la relevancia que no dudo tiene, pero explotarla como está ocurriendo, sinceramente, me parece una tremenda falta de profesionalidad mediática, ausencia de consideración hacia los allegados de las víctimas e intención de malquistar.

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